Este es el nuevo blog del docente Jarol Cobaleda Tabares, un espacio que promueve la excelente redacción, argumentación e interpretación, aquí podrán encontrar toda la información necesaria, para mantenerse al día, además podrán dejar sus comentarios e inquietudes a las que yo gustosamente daré respuesta. Espero ingresen frecuentemente y realicen las actividades recomendadas.
A continuación unas agradables lecturas para trabajar en clase...
Lea los cuentos que el docente le indique y realice las actividades que este proponga.
1. La novela que quiso ser cuento
Había una vez una novela que quería comenzar con la frase: “ÉRASE UNA VEZ…”
Los cuentos que tenía a su alrededor querían persuadirla de que no hiciera eso, que no estaba bien y le presentaron propuestas de comienzos como: “El atardecer despuntaba entre claro y claro del bosque” o “Era una mañana soleada de octubre” pero la novela quería comenzar con “ÉRASE UNA VEZ…” y no había manera de hacerla cambiar de opinión. “Nos ha salido cabezona la novela esta” se decían los cuentos. Al final le dijeron que allá ella, que si lo hacía así dejaría de ser una novela y se convertiría como ellos, en un cuento. La pega estaba en que los cuentos ya eran demasiados como para admitir a uno más, ¡ya no cabía ni uno más en los libros! Además, para más inri, la novela se había propuesto hacer una presentación corta, de un folio o a lo más, dos. Los cuentos estaban indignados. Además de querer comenzar con “ÉRASE UNA VEZ…” quería ser tan corto como un cuento.
Entonces a uno de los cuentos se le ocurrió una idea. Le dijo: “Haz lo que quieras pero para nosotros serás una micronovela así que ya puedes darte el comienzo que te dé la gana”. Y después de decirle eso se retiró discretamente de su lado.
La novela, al ver que ya no iba a tener más oposición y que nadie iba a discutir más con ella desistió de su ridícula idea y comenzó como debía comenzar cualquier novela con idea de hacerse larga como un día gélido y tristón y, precisamente eso le dio la idea para su inicio: “Era un día triste y gélido…, en fin, que se desarrolló hasta convertirse en una magistral novela de suspense y recibió numerosos premios y galardones. Los cuentos lo celebraron por todo lo alto y le ofrecieron más ideas para futuros proyectos. La novela se hizo muy amiga de ellos y todos tuvieron su sitio en el estante de los libros… mejor dicho, un sitio preferente en el estante de libros escogidos de la sala de un célebre escritor.
2. Reunión de vecinos
1ª convocatoria
Ayer tuvimos reunión de vecinos en el portal para tratar el asunto de los morosos que no encienden la calefacción en verano para no pagarla y para quejarnos de los que cantan bajo la ducha a las tres de la tarde, justo cuando estamos viendo el telediario.
Cuando bajamos al portal pasaron lista para ver si estábamos todos. Nos pesaron y midieron para ver si alguno había engordado para así ensanchar las puertas o para ver si alguno habíamos crecido para subir los techos. También nos tomaron las huellas dactilares por si algún infiltrado de los portales de al lado se había hecho pasar por alguno de nosotros y nos hicieron un interrogatorio tan intenso y extenso que se ha dejado para la semana que viene el asunto que por el que nos habían reunido por falta de tiempo para tratarlo.
2ª Convocatoria
Convocados los vecinos del portal número 6 de la calle Fiesta de Blas donde todo el mundo salía con unas cuantas copas de más (según el grupo de música Formula V) acordamos:
1- Que el nuevo presupuesto no incluya las tejas de chocolate ya que este verano pasado no duraron nada y en invierno no paró de llover y tuve que estar todos los días con el cubo detrás de las goteras.
2- Que se vuelva a reparar la fachada pero esta vez con yeso y cemento y no con nata, crema y azúcar glasé que este año tampoco ha durado ni un mes el arreglo con los vecinos tan golosos que hay en esta vecindad.
3- Que el vecino del 2º B devuelva todas las pinzas de madera de colgar la ropa que ha recogido de la calle a sus respectivos dueños durante los últimos cinco años por lo que tiene que tener armarios llenos. Que no nos haga pedir una orden de registro. Por favor, desde ahora tengan una lista de sus pinzas, cuantas hay de madera, cuantas de plástico, cuantas de depilar, de cocina, de cangrejo y las de la batería del coche para saber cuando les faltan y así pedirles cuentas al señor y la señora del 2º B. También pueden hacer una marca con un simbolito o lo que quieran en las pinzas, así sabrán cuales son las suyas.
4- Al niño del 4º A, al que le ha dado por tirar cosas por la ventana, haber si le da por tirar billetes de cien euros.
5- Al vecino del 3º B que todo el día pone la música alta que baje los altavoces del armario hasta el ras del suelo.
6- Y por último esto va para mi vecino, el que ronca tanto. Haber si su mujer o cualquier otra alma caritativa le mete un calcetín sudado en la boca y deja de una vez de roncar que no puedo pegar ojo por las noches.
Ruegos y preguntas.
¿Cuándo vendrá el fontanero a arreglar el baño del 1º A?
Ha dicho que vendrá cuando por las cañerías, en vez de agua, haya vino.
¿En qué número cayó ayer el reintegro de la lotería primitiva?
Creo que en el ocho
La vecina del 4º B, ¿estudia o trabaja?
No lo sé. No me interesa ligar con ella. ¿Alguno tiene alguna pregunta más? Se cierra la sesión. Váyanse a sus casas y cierren sus puertas con tres cerrojos que me he enterado que andan por ahí unos ladrones tan vagos que después de abrir dos cerrojos dejan el tercero para el día siguiente.
3. ¡Tiene narices la cosa!
“Pues mi propietario se inscribió en un gimnasio de boxeo y hasta subió treinta veces a un cuadrilátero para boxear y luego poder decir que yo, la nariz más gorda y roja del universo universal estaba así por los guantazos que me habían dado. Yo sólo sé que eso no es cierto y que cuando era un niño todo el mundo pensaba que estaba todo el día constipado pues cada dos por tres andaba sonándome los mocos”.
“Pues mi inquilino se hizo payaso para disimular su inmensa y roja narizota y así no tener que pintársela cada vez que subía a un escenario. Lo bueno de todo esto es que le cogió gusto a eso de ser payaso que ya no se quitaba sus ropas de colores chillones ni para dormir. Con sus zapatones a más de uno le pisa por la calle y les dice: “perdón, ha sido sin querer”
“Pues el mío se hacía pasar por beodo”
“Pues anda que el mío se hacía pasar por globo en las fiestas de cumpleaños de los niños”
“¿Y tu amo? ¿Qué excusas dice para disimular tu inmensa y colorada nariz?”, preguntaron a una de las narices más grandes y rojas que habían visto en su vida.
“¿Mi amo? Ninguna. Él está satisfecho con su nariz, o sea, conmigo porque dice que así liga más”.
“¿Cómo que se liga más?”
“Pues claro. Yo siempre soy un buen tema de conversación para las mujeres”.
“¿Cómo es eso?”.
“Pues una vez una chica preguntó si podía tocarle la bocina y me agarró con su manaza y la cosa sonó como el claxon de un camión. Otra vez, una señora que iba distraída se chocó conmigo y no le pasó nada porque le amortigüé el golpetazo y así podría contaros multitud de historias más.
“Ahhhhh”. Contestaron todas a coro y se fueron satisfechas porque ese día habían aprendido un montón de cosas más.
LA RANA QUE NO CREÍA EN LAS PRINCESAS
Había una vez una rana que no creía en las princesas. Decía que bastante tenía con vivir en su charca y que no la molestaran. Otras ranas le preguntaban por qué no creía en las princesas y la rana siempre contestaba:
-No creo ni en mí misma.
-¿Cómo que no crees en ti? Si nosotras te vemos.
-Y yo también me veo reflejada en el agua, pero esa no soy yo.
-¿Y quién eres?
-Nadie, no soy nadie.
Al final las compañeras de charca la dejaron por imposible.
Un buen día apareció cerca del lugar una joven y todas pensaron que era una princesa como las de verdad, porque también hay princesas de mentiras que por mucho que besen a una rana no se convierte en príncipe ni a la de tres, bueno, ya me estoy yendo por las ranas, decía que apareció lo que parecía ser una princesa de las de verdad. En seguida se reunieron ranas y sapos en el nenúfar más grande y más verde del pantano para echar a suertes haber a quién le tocaba ir en pos de la princesa y convencerla de que le diera un beso para ver si se trataba de un príncipe u otra cosa.
La casualidad quiso que le tocase a la rana que no creía en las princesas, vamos, que ni creía en sí misma.
La que parecía ser una princesa de verdad se sentó en una roca cercana y las demás ranas tuvieron que llevar a empujones a la ganadora y de un último aventón la mandaron hasta los pies de la presunta princesa. (Hasta que no se demuestre lo contrario).
-¿Quién eres tú?
-Yo soy Ricardo y no sé si soy una rana o un sapo –respondió el anfibio con timidez.
-Pues yo no sé si soy una princesa desolada que no encuentra a un príncipe que me quiera.
-¿Y qué haces por este lúgubre pantano?
-Me ha dicho un hada que venga aquí y que si se me presenta una rana le dé un beso.
-¿Y qué pasará si le besas? –preguntó Ricardo todo intrigado.
-No quiso decírmelo, sólo que sería una sorpresa.
-¡Ah!
-Entonces… ¿te beso?
A Ricardo se le subieron los colores. Del verde pasó al colorado, sus ojos saltones de sus órbitas saltaron y todo él se estremeció sólo de pensar que una muchacha tan hermosa, que podía ser princesa, lo besara.
-Yo, yo, no creo en princesas –acertó a decir Ricardo para salir del apuro.
-Pues yo no creo en príncipes encantados.
Y por sorpresa lo besó en sus verdosos labios. Entonces la rana o el sapo, o lo que fuera, se transformó en un apuesto muchachote que no daba crédito a lo que estaba pasando.
-¿Cómo yo, que no creía ni en mí, me he convertido en un muchacho tan bello y lozano?
-Hay que narcisista te me has vuelto Ricardo. ¿Sabes qué te digo? Que no soy una princesa sino la hija de un panadero.
-Vaya, ni yo un príncipe sino un tranquilo personaje de cuento de hadas.
Al final se casaron, comieron de todo menos perdices y tampoco se dieron con los platos en las narices.
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