EL
HALCÓN QUE NO VOLABA
Cierto
día, un rey recibió dos pequeños halcones como regalo y los entregó al maestro
de cetrería para que los entrenase para la caza. Pasados unos meses, el maestro
informó al rey de que uno de los halcones no se movía de la rama del árbol en
que lo habían dejado, a pesar de que el otro ya volaba perfectamente.
El
rey mandó llamar a sanadores, cazadores, cetreros y curanderos para que
observasen al halcón, pero ninguno de ellos pudo hacer volar al ave, que, tras
muchos intentos por parte de sabios y expertos, continuaba inmóvil en la rama.
Casi
desesperado, el rey prometió una recompensa a la persona que hiciera volar al
ave. A la mañana siguiente vio con sorpresa a los dos halcones volando por los
jardines velozmente. El rey ordenó que llevasen ante él de inmediato al
responsable de tal prodigio y, asombrado, comprobó que no era sino un
campesino. El rey le preguntó:
-
¿Cómo lograste hacer que mi halcón volase?
El
campesino, algo intimidado, respondió:
-
Fue fácil, mi señor. Corté la rama del árbol, el halcón se dio cuenta de que
tenía alas y voló.
Un
día los habitantes del valle se reunieron en consejo para una decisión muy
importante. Había que solucionar un urgente problema. - Habréis advertido-
empezó el buitre- que hay frecuentes peleas entre los habitantes de nuestro
valle y nuestros vecinos. ¿No sería mejor que encargásemos a algunos de
nosotros para apoyar nuestras razones y defender nuestros derechos? - ¡Óptima
idea es la tuya!- comentó el conejo-. Así podremos dedicarnos a las labores
domésticas con paz y tranquilidad, sin tener que mirar quién hay a nuestras
espaldas. Y empezaron las discusiones. Uno quería elegir al gato, porque tiene
el paso tan silencioso que puede acercarse a cualquiera sin que lo vean. Otro
prefería al ratón, porque puede meterse por todas las rendijas y prevenir las jugadas
del enemigo. Había que optar por el elefante, porque con sus bramidos se
impondría ciertamente a los demás. - Os equivocáis- dijo la mona-, yo opino que
debemos elegir al que sea más astuto y más fuerte. Todos estuvieron de acuerdo,
pero cuando se trató de decidir quién era el más astuto y más fuerte, empezaron
las contiendas. - Yo- concluyó finalmente la gallina- conozco un animal como no
existe otro en la jungla. Y con esto se disolvió la asamblea. Durante la noche
la zorra fue a ver al león - Mira, amigo,- le dijo- es sabido que yo soy la más
astuta de todos los animales y que ninguno te iguala en fuerza. ¿Qué te parece
si trabajamos juntos? Lo que no se ha encontrado nunca en un animal solo, se
encuentra centuplicado en nosotros dos. Todavía no se habían apagado los gritos
de alegría por la elección de la zorra y del león como delegados del pueblo, y
ya estaba la gallina en las fauces de la zorra. - Pero- decía la infeliz- te
hemos elegido para defendernos. ¿Así nos pagas? - Bien ves que mis ocupaciones
no me permiten ir a cazar. Además, necesito un alimento abundante y
sustancioso. Tú, sé valiente y sacrifícate por el pueblo como me sacrifico yo.
- ¡Déjame, por favor!, que yo soy también pueblo- gimoteaba la gallina-; no me
obligues a llamar al león. Pero, aunque lo hubiera llamado, éste no hubiera
acudido porque estaba ocupado en deshacerse del gato. - Me parece que nuestros
representantes se divierten a nuestra costa- se atrevió a decir una noche el
conejo. - Es verdad- susurró la gacela-, pero callémonos, por favor, si no
queremos acabar como la gallina y el gato. Al día siguiente la gacela y el
conejo perecieron, no se sabe cómo, víctimas de un accidente, y acabaron en el
plato de sus representantes. Pronto se extendió el terror por toda la selva;
hasta la crítica más pequeña al régimen era oída por la zorra y castigada por
el león. De modo que, uno tras otro, los animales se vieron obligados a irse
del valle y pedir asilo a sus amigos de los alrededores. Y mientras los pobres
exiliados se alejaban silenciosamente, el buitre desde lo alto de una roca
silbaba una canción que comenzaba así: Si entre desdichas mil no deseas vivir,
a violentos y astutos cuida de no unir.
LECTURA EN FAMILIA
Apreciadas familias, este es un maravilloso espacio para reflexionar y promover la lectura como elemento fundamental de unión familiar. Por favor lea este excelente cuento (Papás e hijos) y dejen su comentario en el foro que aparece en Moodle.
LOS DIENTES DEL REY
Un precioso cuento sufí totalmente compatible con nuestra vida real.
En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna. El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
-¡Qué desgracia mi señor! -exclamó el sabio-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
-¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero.
Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirás a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
-¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos con cien monedas de oro.
-Recuerda bien amigo mío -respondió el segundo sabio- que todo depende de la forma en que se dicen las cosas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. No olvides mi querido amigo -continuó el sabio- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o el optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad.
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